Cuando decidimos venir a este mundo y nos encarnamos como seres humanos venimos como esencia pura, completa. Pero vivimos en un mundo dual, de contrastes, necesarios para apreciar los opuestos. Para saber lo que es la felicidad necesitamos la infelicidad, lo mismo ocurre con la noche y el día, el frío y el calor, amor y miedo y un largo etcétera.
Cuando nacemos ya se nos enseña desde muy pequeños lo que está bien y lo que está mal; y todo ello entendido en un contexto cultural, familiar y social en el que crecemos y nos desarrollamos. Aprendemos desde la tierna infancia que si queremos que nos quieran y nos acepten en este mundo “debemos” agradar a los demás, empezando por nuestros padres o tutores y continuando por nuestros educadores, amigos etc. Por esa razón nos tomamos al pie de la letra aquello que nos transmite nuestro entorno más cercano, potenciando así las actitudes y comportamientos que son aplaudidos por estos y rechazando y ocultando aquellos que se nos da a entender que no están bien. Es así como aprendemos a ocultar en nuestro interior esas actitudes y comportamientos “rechazados” por nuestro entorno. Esos son los que llamamos sombra, porque están ocultos y no permitimos que nadie los vea; porque nos avergonzamos de esas conductas. En ese momento de la infancia y juventud esa forma de actuar ocultando aquello que desagrada a nuestro entorno tuvo una intención positiva, y era la de encajar en la sociedad y ser así queridos y aceptados. Pero ya en nuestra edad adulta vemos que nos causa problemas; porque aquello que rechazamos y ocultamos por considerarlo vergonzoso o indigno en nosotros también lo consideramos así cuando lo vemos en comportamientos ajenos.
Es así como somos capaces de identificar aquello que hemos guardado en nuestra sombra durante tantos años, proyectándolo en los demás. ¿Cómo sabes de qué color tienes los ojos? Viéndote en un espejo que refleja tu imagen ¿no? Pues pasa lo mismo con nuestros comportamientos en la sombra. Los hemos ocultado durante tanto tiempo que no somos conscientes de que están ahí si no es porque los vemos en los demás. Por eso aquello que nos molesta de otra persona es una característica que tenemos nosotros mismos. Lo mismo ocurre cuando ensalzamos mucho la imagen del otro; en ese caso se trata de una cualidad que tenemos y no la vemos en nosotros por no haberla desarrollado.
¿Cómo podemos identificar la sombra en nuestro día a día? Entre otros:
- En los sentimientos exagerados respecto de los demás (“no puedo creer que hiciera tal cosa”)
- En acciones impulsivas o inadvertidas (“no quería decir eso”)
- En aquellas situaciones en las que nos sentimos humillados.
- En los enfados desproporcionados
La mejor manera para poder identificar nuestras sombras es la auto observación. Cuando la practicas de forma habitual te darás cuenta enseguida de estos aspectos de tu personalidad que quieres ocultar y salen involuntariamente a la luz. Una vez que tomes conciencia de ello hay que integrar esa sombra como parte de nuestra personalidad, aceptándola. Por ejemplo: el miedo en sí no es algo negativo, nos ayuda a ser cautos en nuestras decisiones y no correr riesgos que puedan afectar nuestra integridad; pero si desde tu infancia te enseñaron que hay que ser valiente y tú te lo tomaste al pie de la letra y ocultaste el miedo en tu sombra. Una vez que entiendas que el miedo no es algo negativo, algo de lo que avergonzarse sino que, en su justa medida es algo que necesitamos en nuestra vida; entonces te darás cuenta que esas manifestaciones de la sombra del miedo queriendo salir a la luz desaparecerán de tu vida.
Cuando vemos nuestra sombra en el otro, nuestra primera reacción es “culpar” al otro o querer cambiarlo; cuando lo que tenemos que hacer es cambiar ese comportamiento en nosotros aceptándolo como parte nuestra. Es como si te miraras despeinada en frente del espejo y pretendieras cambiar tu aspecto peinando tu imagen reflejada. Es absurdo ¿no? Pues con los comportamientos y actitudes de nuestra sombra pasa igual. Una vez que la integremos veremos desaparecer de nuestras vidas esas situaciones de conflicto y malestar que nos provoca cuando quiere salir a la luz. El Universo es sabio y lo que quiere es que evolucionemos en esta vida, por ello nos presenta las mismas lecciones hasta que las pasamos. Lo que quiere la sombra es ser vista, para que, de esa forma, nos completemos como seres humanos. La clave al final no es otra que la aceptación de lo que es; y admitir que nosotros somos nuestras luces y nuestras sombras.
Como decía Jung: “Prefiero ser un individuo completo antes que una persona buena”.