Hay muchas formas de muerte aunque claramente solo veamos una, la convencional, que es cuando dejamos este plano físico de existencia y nuestra alma vuelve a su origen. Esa es la muerte que más conocemos y la que más nos cuesta asimilar, a pesar que sabemos que está ahí y que todos nos encontraremos con ella. La razón por la que nos cuesta asimilar cuando ocurre en nuestro entorno, es por el sentimiento de apego que desarrollamos mientras esa persona vive. Nos identificamos con nuestro cuerpo y obviamos la existencia de un alma inmortal que todos tenemos.
A las personas con cierto desarrollo espiritual les es más fácil entender este proceso natural del ser humano, y por lo tanto también les es más sencilla la gestión del duelo posterior; ya que estas personas tienen una concepción de la vida que trasciende la muerte. Este entendimiento no exime de dolor por la pérdida del ser querido, pero el pensar que va a reencontrarse con esa familiar en otra vida aporta consuelo al que se queda.
La persona que pierde a un ser querido pasa por un proceso de duelo de varias fases de las cuales algunas pueden incluso vivirse en vida de la persona que fallece: Negación, ira, negociación, tristeza y aceptación. El duelo puede adoptar muchas, formas haciendo que el sentimiento de pérdida se vaya transformando a medida que va madurando nuestra manera de vivir la experiencia. La clave está en el modo en que aprendemos a convivir con la idea de que aquella persona a la que queríamos ya no volverá a estar presente. El duelo tampoco tiene que seguir necesariamente el orden secuencial de los pasos antes mencionados, ya que cada persona lo puede gestionar de manera diferente.
Otro tipo de muertes, estas ya en vida, se dan cuando se producen rupturas de relación con parejas o amigos, cuando dejamos una etapa de nuestra vida para comenzar la siguiente, cuando dejamos atrás un lugar de residencia, un trabajo…etc; en definitiva cuando dejamos atrás una forma de vida, cuando cortamos lazos con gente y sitios.
Estas pequeñas muertes requieren también de su propio proceso de duelo ya que si no se gestiona bien esa separación puede “condenarnos” a vivir anclados en el pasado e impedirnos ver hacia el futuro, avanzar en la vida.
Estos procesos de duelo pueden ser actos simbólicos tales como escribir una carta donde agradecemos a la persona por las aportaciones a nuestra vida, le pedimos perdón por el daño causado y asumimos nuestra parte de responsabilidad en esos problemas que desencadenaron esa separación (pareja, amistad, compañeros…). Este acto puede hacerse también de palabra si la persona lo considera.
La técnica de ho´ponopono es similar y puede ser utilizada en estos casos. Se trata de una tradición hawaiana dirigida a la resolución de problemas interpersonales basada en la reconciliación y el perdón.
Se trata de 4 mantras que curan y son: Lo siento, perdóname, gracias, te amo.
Estos procesos son necesarios para cerrar un pasado y así vivir el presente dirigiéndonos a un futuro libre de cargas y abiertos a todas las oportunidades que nos ofrezca la vida. De lo contrario arrastraremos una carga pesada que nos impedirá avanzar en la vida.
“Somos seres de luz viviendo un experiencia humana!