Según fui avanzando en mis blogs anteriores sobre el niño interior todos desarrollamos en nuestros 2 o 3 primeros años de vida una herida emocional, fruto de una necesidad no cubierta de la manera esperada. Esa necesidad no cubierta hizo que ya de pequeños nos pusiéramos una máscara para vivir de acuerdo a lo que nuestro entorno demandaba. No se nos aceptaba tal cual éramos por lo que tuvimos que adaptarnos y ponernos una máscara, para sentirnos queridos y aceptados.
El rechazo es una herida muy profunda, ya que quien la sufre se siente rechazado en su interior.
Desde el momento en que el bebé comienza a sentirse rechazado empieza a crear una máscara de huida. La primera reacción de la persona que se siente rechazada en huir. Es su estrategia para evitar ser rechazado; “escapo antes de sufrir el dolor del rechazo”.
Para evitar ser rechazado el niño que desarrolla esta herida es un niño “bueno”, tranquilo. No causando problemas, pasando desapercibido, nadie me rechazará. Tienden a ser niños solitarios también. ¿Quién me rechaza? La gente. Pues evitando a la gente, evito el rechazo.
Suelen desarrollar mucho su mundo interior, imaginario…donde todo es perfecto. Ahí se sienten protegidos
La herida de rechazo la heredan del progenitor del mismo sexo.
Es muy probable que ese progenitor del que “recibimos” la herida tenga asimismo esa misma herida de su progenitor.
Cuanto más profunda sea la herida de rechazo en una persona, más atraerá circunstancias para ser rechazada o rechazar a los demás.
El huidizo atrae más vivencias de rechazo por parte de los demás, por ejemplo, por los hermanos que no sufren este tipo de herida.
Puede darse el caso de que el niño desarrolle en su infancia varias heridas y no solo la del rechazo, aunque suele haber una que predomina más sobre las otras.
El primer paso para sanar una herida es reconocerla y aceptarla.
En la Candela de Mariel te puedo ayudar con la sanación de tu herida utilizando diferentes técnicas según el caso. CONTÁCTAME!
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