EL NIÑO INTERIOR (I)

Llamamos niño interior a aquella parte emocional de cada uno que se desarrolla en nuestros primeros años de vida. Llegamos a este mundo perfectos puros, conectados todavía con nuestro SER SUPERIOR, con el TODO. A medida que interactuamos con nuestro entorno, empezando por el periodo de gestación en el vientre de nuestra madre, y siguiendo con el resto de la familia y personas con las que nos relacionamos, empezamos a percibir sensaciones y sentir necesidades como el alimento, amor, atención, higiene etc.

Si esas necesidades no son cubiertas según nuestra percepción desarrollamos lo que llamamos en terapia “Heridas del alma” en aquella necesidad de nosotros no satisfecha.

Para ilustrarlo mejor pondré un ejemplo:

Un bebé se da cuenta de que cada vez que llora no viene nunca nadie a su reclamo. La percepción de ese bebé es que está solo, que le han abandonado. Esa persona, ya de adulta temerá la soledad, será su mayor miedo, y desarrollará una conducta dependiente.

Cada vez que se sienta sola, su niño interior saldrá al paso reclamando lo que no recibió en la infancia. Ese niño se manifiesta como un niño, con las conductas propias de la edad en que sufrió esa herida.

Esta conducta, en una persona adulta, no es sana, e indica que hay algo que arreglar, que no va bien, y es ese niño herido que quiere llamar la atención, que se le escuche y atienda sus peticiones.

Para ello existen técnicas muy efectivas, que enseño en La Candela de Mariel, para curar ese niño dolido, para trabajar esos temores, ese miedo a la soledad, ese rechazo. Se trata de que el cliente acepte su carencia y se haga responsable de su vida.

El pasado no se puede cambiar, pero sí el futuro. Y esto se consigue cambiando tu percepción del pasado.

Quiero aclarar que estamos tratando de percepciones de los bebés; es decir, ante las mismas acciones de una madre puede darse el caso de que uno de los hijos, o todos desarrollen la misma carencia.

Al final todos actuamos de la mejor manera que sabemos/podemos con la experiencia vivida y las enseñanzas aprendidas en nuestra infancia y adolescencia.

Lo quería matizar porque en ocasiones los padres y tutores pueden obsesionarse en cómo pudieron influir en ese bebé con sus conductas, y suelen culpabilizarse de no haber hecho las cosas de otra manera.

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Hola, veo que deseas encontrar el camino del cambio, ¿hablamos?