El Apego y sus tipos

Una vez que nace, el bebé empieza a estar en contacto con la muerte. Nace confiado y seguro de que se le van a cubrir todas las necesidades. No obstante pronto empieza a darse cuenta que no es así. Se da cuenta que llegó a un mundo hostil donde no se le valora por lo que es sino por lo que hace. El amor que recibe está condicionado a su comportamiento y no por ser quien es. Es entonces cuando empieza a formarse su personalidad, en base al comportamiento que desarrolla según lo que se espera de él. Se crea una máscara a modo de estrategia de supervivencia, que le permitirá adaptarse a un entorno “tan peligroso” y así ser aceptado y querido por sus progenitores.

En esta primera etapa es fundamental para el bebé desarrollar un vínculo seguro con la madre que le genere seguridad, amor, confianza, libertad para expresar sus necesidades…cualidades que necesita el niño para un buen desarrollo emocional. La sensación de seguridad proviene de experiencias predecibles, repetitivas y consistentes que crean una base segura desde el exterior e internamente y así nos permite abrirnos al mundo con confianza. Cuando esto se da se dice que es un “apego seguro”. De lo contrario sería un “apego inseguro”.

El apego seguro se da cuando la madre o cuidador/a habitual satisface las necesidades del niño en la forma que este necesita y en el momento en que lo precisa. De esa forma el bebé percibe que se le entiende; el cuidador sabe interpretar sus necesidades, las respeta y las satisface. Siente que puede expresarse ya que va a ser atendido. El mensaje es “Está bien tener necesidades y expresar el deseo de satisfacerlas”.

Este apego seguro es difícil que se dé ya que los progenitores a su vez tuvieron sus propias experiencias y aprendizajes de la infancia y las consecuentes heridas emocionales, necesidades no satisfechas etc; por lo que no siempre están disponibles física o emocionalmente para atender las necesidades de sus propios hijos.

El tipo de apego que establecemos con nuestros padres nos afecta en nuestras relaciones futuras. Siendo conscientes de nuestro tipo de apego podemos, poco a poco, transformarlo en un apego seguro y así evitar proyectar nuestras necesidades en los más pequeños.

Entre los apegos inseguros se encuentran:

Apego ansioso: La comunicación entre el bebé y la madre es impredecible. En ocasiones la madre responde a las necesidades del hijo y en ocasiones no. Esto genera ansiedad en el bebé y hace que se aferre a ella cuando esta aparece. Estas personas, de adultas están desesperadas por conexión; tienen necesidad de tener pareja en todo momento, son personas desconfiadas, no manifiestan sus necesidades por miedo al abandono.

Apego evitativo: La madre o no está disponible de forma habitual o cuando lo está no responde con cariño y amor a las necesidades del bebé; está alterada o “desequilibrada emocionalmente”. El niño se adapta al entorno no necesitándola o incluso rechazándola; percibe que la madre no entiende sus necesidades. Estas personas de adultas no dicen lo que sienten porque creen que no van a ser entendidas, tienen miedo a la intimidad, a mostrarse vulnerables; son personas desapegadas emocionalmente, valoran mucho la independencia, tienen miedo al compromiso.

Apego desorganizado: La relación del bebé con la madre le genera miedo y confusión. El bebé vivió algún trauma o pequeños traumas repetitivos sin recibir ninguna acción reparadora. Cuando el niño manifiesta sus necesidades recibe una respuesta que le genera dolor, malestar. Se siente indefenso. Esto hace que el niño desconfíe de las relaciones interpersonales ya que entiende que son causantes de estrés. Estos niños, de adultos tienen dificultades para establecer relaciones duraderas, son hiperdesconfiados, es una persona controladora y muestra agresividad en situaciones de estrés.

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Hola, veo que deseas encontrar el camino del cambio, ¿hablamos?